Marc Olivella Lladó
We are hiring!



Aproximación terapéutica
Desde niño sentía que algo en mí era distinto.
Percibía el mundo de una manera que, al parecer, no era compartida por quienes me rodeaban. No se trataba solo de “ver diferente”, sino de sentir que, si los demás realmente vieran lo que yo veía, no actuarían como actuaban.
Con los años entendí que mi percepción era singular… y que, lejos de rechazarla, muchas personas se sentían profundamente atraídas por ella.
Había en mí una confianza inquebrantable, una certeza silenciosa en mis decisiones. No era algo que necesitara demostrar o defender; simplemente estaba. Y esa confianza, que para muchos requería prueba o permiso, en mí fluía como un río natural.
Durante muchos años, esa forma de estar fue lo que más me distinguía. Era el joven con el llavero lleno de llaves: de casas, de negocios, de amigos… confiaban en mí, y yo respondía con lealtad, presencia y responsabilidad. Lo que para otros era un peso, en mí se sentía liviano.
Con el tiempo, entendí que mi papel no era solo cargar, sino también aligerar: ayudar a otros a soltar, a ordenar, a ver con claridad. Así empecé a compartir mis dones, primero de manera espontánea, y luego como un camino de vida. La gente me ofrecía regalos en agradecimiento, pero yo lo vivía como algo natural, sin expectativas.
A los 35 años, mientras profundizaba en la metafísica y la parapsicología, tuve una revelación: todo aquello que había vivido como algo espontáneo y fluido, podía ser también una elección consciente, un oficio del alma. Comprendí que ese don podía convertirse en mi camino de vida…
Y que al caminarlo con entrega, también me liberaba del sistema capitalista y de la vida “normal” que nunca resonó conmigo.








