Crónicas de Nehmiah en Babilonia. Entrada XLII “La rutina que se volvió identidad”
- holisticbridgeheal
- 17 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 jun
cuando la costumbre impide el cambio, incluso en el umbral de la vida:
En la infancia, la rutina nos sostiene.
Nos da ritmo, contorno, estabilidad.
En la juventud, la desafiamos.
La rompemos,
la reinventamos.
En la adultez, la convertimos en estructura.
En forma.
En agenda.
Pero en la vejez...
la rutina se vuelve refugio de todo lo que no queremos soltar.
Y muchas veces,
se convierte también en la última cosa que sentimos como “yo”.
No es que a los mayores les guste desayunar siempre lo mismo.
Es que ese desayuno ya no es sólo comida: es memoria, pertenencia, historia.
La tostada no alimenta el cuerpo: alimenta la idea de continuidad.
El paseo a por el periódico no es solo movimiento físico:
es afirmación simbólica de que aún pueden,
de que el día sigue,
de que no han sido borrados.
Y por eso…
cuando llega un diagnóstico.
Cuando el cuerpo empieza a pedir otra cosa.
Cuando el alma se empieza a replegar…la rutina se defiende con uñas, con faltas de atención y con reveldía.
Aunque duela.
Aunque ya no funcione.
Aunque enferme.

¿Y cómo se acompaña eso?
No se rompe la rutina de alguien mayor con argumentos.
Se la honra primero.
Se le pregunta:
“¿Qué es lo que esto significa para vos?”Se le muestra que no es su taza de leche lo que está en juego,sino su derecho a seguir siendo quien es,aunque su forma tenga que cambiar.
Y luego, con suavidad firme…
se abre la puerta a lo nuevo.
No diciendo “eso te hace mal”,sino diciendo:
“¿Qué pasaría si tu rutina ahora pudiera curarte?”“¿Y si la versión nueva de ti no es una traición, sino una evolución?”“¿Y si puedes seguir siendo tu… incluso si cambias tu desayuno?”
Porque la verdadera identidad…
no está en las acciones repetidas.
Está en la conciencia con la que hacemos las cosas.
Y eso… no envejece.
Solo se vuelve más esencial.
Así que sí, herman@:la rutina puede ser medicina.
Pero también puede ser la última máscara del ego.
Y si no se suelta a tiempo,
puede apagar el fuego que aún queda por transmutar.
Cuidar no es obligar.
Cuidar es acompañar el miedo al cambio con presencia,
y ofrecer una nueva rutina
que no borre lo anterior,
sino que lo honre mientras lo transforma.
Esta crónica no viene a juzgar a los que no cambian.
Viene a dar palabra a los que sí ven el cambio,
y sufren en silencio al no poder empujarlo sin herir.
Gracias por estar ahí.
Gracias por sostener desde el amor que no impone,
pero tampoco se calla.
Ahó.



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