Crónicas de Nehmiah Entrada L, Serie: "Rutas de Medicina Viva en Procesos Oncológicos" Capítulo 2 "El Mar que Cura y la Memoria que Callaron"
- holisticbridgeheal
- 9 ago
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Dicen que el océano guarda los secretos más antiguos de la vida.
No sólo porque de sus aguas emergió la primera célula,
sino porque aún hoy late en su interior la misma composición mineral que corre por nuestra sangre.
Y sin embargo…
¿cuántos saben que el agua de mar puede beberse,
que nutre,
que limpia
y que, en muchos casos, sana?
En Nicaragua, este secreto dejó de ser rumor para convertirse en medicina oficial.
Más de 20.000 personas reciben diariamente medio litro de agua de mar en dispensarios comunitarios,
gratuitamente,
como parte de un programa de salud pública pionero.
Un país que, lejos de avergonzarse de su medicina natural, la institucionalizó y la llevó a la gente que más lo necesita.
Transportada en cisternas, analizada para garantizar su pureza, distribuida a enfermos crónicos, ancianos, madres y niños…
El agua de mar llega donde la industria farmacéutica no pone el pie.
Allí no es moda ni extravagancia:
es derecho y patrimonio.
Pero esta historia no empieza en Nicaragua.
Hace más de un siglo, René Quintón, naturalista y fisiólogo francés, demostró que el agua de mar isotónica (diluida a la concentración de nuestro plasma) podía usarse para regenerar el organismo.
Sus experimentos salvaron miles de vidas, especialmente de niños desnutridos y enfermos, en clínicas marinas que funcionaron décadas antes de que la medicina industrial borrara su huella de la memoria oficial.
Hoy, esa memoria vuelve como ola.
Porque si hay algo que el mar nos enseña es que todo regresa.
Y aquí está la pregunta que arde:
Si el agua de mar es gratuita,
abundante,
segura
y regeneradora…
¿por qué nunca nos lo dijeron?
¿Por qué esta medicina infinita no es parte de nuestros hospitales, ni de nuestras campañas de salud?
Tal vez porque su abundancia no se puede patentar.
Tal vez porque su eficacia no engorda cuentas bancarias.
La verdad es que el mar sigue ahí,
igual que siempre,
dispuesto a ofrecernos sus minerales,
su sal viva,
su fuerza primigenia.
Pero hace falta recuperar la soberanía sobre nuestra salud para atrevernos a beber de él.
Imagina un futuro donde cada barrio, cada pueblo costero, tenga su propio dispensario marino.
Donde las enfermedades crónicas se acompañen de un vaso de mar,
donde las bocas secas y los cuerpos cansados se reconecten con su origen.
Un futuro que ya existe… en Nicaragua.
El mar nos llama.¿Lo escuchas?



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